Un antojo por comida dulce puede llegar a superar a hormonas como la leptina y la grelina, que pueden superar a su vez las señales que se envían al cerebro para que se pare de comer. De esta manera, aquellas personas que, al seguir una dieta cetogénica tienen que reducir de una manera drástica los hidratos de carbono, es más probable que les apetezca disfrutar de unos dulces ricos en carbohidratos. Sin embargo, el hecho de no consumir suficientes carbohidratos puede llevar a tener bajos niveles de azúcar en sangre, lo que a su vez hará que el cuerpo quiera ingerir alimentos azucarados.
Asimismo, el hecho de consumir alimentos dulces inmediatamente tras el almuerzo o cena, puede ser un indicativo de una deficiencia en magnesio, hierro, calcio y zinc. El magnesio puede ayudar a la regulación de la producción de la insulina, y que, por tanto, contribuye a mantener unos niveles bajos de azúcar, si se da una deficiencia de esta vitamina, puede ocasionar antojos de comida dulce.
Otro motivo de que nos apetezca algo dulce tras la comida tiene que ver con la saciedad sensorial específica, también denominada "estómago de postre". Esta tiene lugar cuando un alimento en particular pasa a ser menos agradable por provocar una sensación de estar demasiado lleno, y el hecho de comer un tipo de comida diferente, como un dulce o un pastel, hace que se convierta más deseable.
Las sustancias químicas, como la dopamina y la serotonina, que hacen a una persona sentirse bien, también guardan relación con los antojos de dulces, según las dos nutricionistas. Esto es debido a que los alimentos dulces activan el sistema de recompensa del cerebro, que provoca que las neuronas liberen mucha dopamina. Esto puede llegar a suponer un gran problema para la salud, ya que el cerebro llega a pensar que se trata de una experiencia positiva y, por tanto, puede hacer que ese comportamiento se convierta en un hábito alimenticio, haciendo que se coma un dulce tras la cena de forma habitual, incorporándolo a la rutina. Además, Allyson Brigham y Rachael Richardson coinciden a la hora de recalcar que el estado de ánimo influye en los hábitos alimentarios, lo que hace que se pueda llegar a darse un atracón de alimentos dulces para tratar de liberar dopamina y así sentirse bien.