Cuando los niveles de azúcar están por debajo de lo necesario, el cuerpo responde ‘pidiendo’ alimentos con alto contenido glucémico. Las personas que se someten a dietas muy estrictas, suelen tener esa necesidad de comer algo dulce. Es prácticamente inevitable que ante situaciones de estrés, nerviosismo o ansiedad, nuestro cuerpo comience a necesitar glucosa de manera urgente. Cuando estamos estresados, nuestro cuerpo produce cortisol, una hormona cuyo objetivo es aumentar el nivel de azúcar en sangre. De ahí la necesidad de comer dulce. Aunque cueste creerlo, los estudios apuntan a que, al igual que la tristeza, el aburrimiento está directamente relacionado con las ganas de comer dulce. La falta de sueño puede alterar el funcionamiento tanto del cuerpo como de la mente. Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, dormir poco puede producir un aumento de concentración de ghrelina, una hormona que regula el apetito provocando hambre. Hay que reconocer que hay personas que por naturaleza sienten necesidad y pasión por el dulce. La sensación placentera que produce puede producir adicción. Lo primero de todo, es importante identificar cuál es el motivo por el que sentimos esa necesidad. A veces, sobre todo cuando está motivada por aburrimiento o incluso por alguna situación de estrés, basta con centrar la mente en otra cosa o cambiar de actividad para que esa sensación desaparezca. Eso sí, también hay que tener en cuenta que en ocasiones es necesario aportar esa cantidad de dulce que el cuerpo reclama. Y es que no hay que olvidar que el cuerpo necesita glucosa para funcionar. Sin embargo, no sabe diferenciar entre azúcar sano o alimentos cargados de azúcares añadidos. Los expertos recomiendan buscar alternativas saludables que satisfagan esa necesidad golosa, pero sin ofrecer un extra de azúcar añadido. Alternativas como fruta, yogur, chocolate con más de un 80 por cien de cacao, frutos secos… Otro de los consejos que dan los expertos para controlar las ganas de comer dulce es tener una buena hidratación, ya que beber agua, además de importante para el buen funcionamiento de las funciones vitales, genera sensación de saciedad, evitando el hambre y la ansiedad por comer, algo muy ligado a los atracones de dulce.