La iglesia más grande del mundo, la Basílica de Nuestra Señora de la Paz de Yamusukro, en Costa de Marfil, tiene los cimientos de chocolate.
No es que se levante sobre ladrillos de cacao, sino que la iglesia, réplica de la Basílica de San Pedro del Vaticano, fue sufragada en 1986 con los jugosos ingresos del imperio chocolatero que construyó el país marfileño tras su independencia.
El padre de la nación, Félix Houphouët-Boigny, un agricultor del chocolate, convirtió a Costa de Marfil en el primer productor de cacao del mundo durante su mandato, que se extendió desde el nacimiento del país en 1960 hasta su muerte en 1993.
Houphouët-Boigny atrajo a millones de granjeros de Burkina Faso, Níger y Mali, a los que reconocía la propiedad de la tierra que cultivaran, y aprovechó el pico en el precio del chocolate de los setenta para transformar Costa de Marfil.
Así, uso el oro marrón para construir una nueva capital —Yamusukro—, incluyendo la colosal Basílica de Nuestra Señora de la Paz de Yamusukro, y hacer de Abiyán el hub comercial de África occidental.
Variaciones décadas después, Costa de Marfil sigue manteniendo su imperio chocolatero: según datos de la FAO, en 2022 produjo el 38% de todo el cacao del mundo.
Ghana, a quien el país marfileño arrebató el primer puesto, conserva la segunda posición, con un 19% de toda la cosecha, y África en conjunto es responsable de hasta el 70% del suministro global de chocolate.