Las patatas fritas, aunque deben tomarse con moderación debido a su alto contenido en grasas saturadas y sal, son una elección crujiente y deliciosa para darse un capricho de vez en cuando y, si no lo habías probado, saben mucho mejor si se acompañan con vino.
La clave está en encontrar vinos que complementen la untuosidad del aceite, aporten frescura y realcen los matices del plato sin opacar su sencillez.
Los espumosos son una de las mejores opciones para acompañar las patatas fritas debido a su acidez y burbujas, que limpian el paladar de la grasa y equilibran la sensación salina.
Los blancos jóvenes y frescos también funcionan bien con las patatas fritas, sobre todo los elaborados con variedades que aportan notas cítricas, herbáceas o florales.
Uvas como la verdejo, la sauvignon blanc o la albariño presentan una acidez que ayuda a limpiar la boca y equilibrar la sensación grasa.
Cuando las patatas fritas se sirven con salsas, es importante ajustar el maridaje en función de los ingredientes adicionales.
Con mayonesa o alioli, los blancos con crianza sobre lías pueden ser una buena alternativa, ya que su textura envolvente armoniza con la cremosidad de la salsa.
Un chardonnay con un paso por barrica puede ofrecer notas de mantequilla y frutos secos que se integran con la untuosidad del plato.
En general, el maridaje con patatas fritas permite explorar diferentes estilos de vinos, desde los más ligeros y frescos hasta los más estructurados y complejos, dependiendo de los ingredientes que las acompañen.
La clave está en encontrar un equilibrio entre acidez, textura y aromas, asegurando que el vino complemente la experiencia sin imponerse sobre el plato.