Es cierto que el agricultor que apusta por la patata posee un perfil altamente profesional: conoce muy bien lo que se trae entre manos.
Sí, es muy consciente de que, en este cultivo, la fertilización es un capítulo fundamental para obtener producción y, de forma especial, para alcanzar la calidad que nos demanda el mercado.
Pero permítanos el lector recordar alguna peculiaridad de la patata, como el hecho de que la fertilización es aquí diferente respecto a otros cultivos: cada tipo de patata, incluso cada variedad, requiere una fertilización diferente.
Tampoco podemos olvidar el aporte, o no, de microelementos para el mejor desarrollo de la patata.
La decisión de qué nutrientes aportar no puede ser la casualidad o “lo que hemos hecho siempre”, sino que debe estar justificada por el resultado de los análisis foliares y su interpretación adecuada.
Conocer nuestro suelo El primer paso a la hora de planificar nuestra fertilización debe ser siempre realizar un análisis de suelo.
Teniendo en cuenta sus resultados y la producción esperada, es imprescindible que el aporte de nitrógeno sea lo más ajustado posible a la producción esperada.
También es importante disponer de herramientas como los análisis foliares, que permiten detectar posibles carencias de microelementos.
El calcio y el aspecto visual Lo mismo podríamos decir respecto al calcio, puesto que va a dar a la patata capacidad de resistencia y, sobre todo, calidad.
No podemos perder de vista este elemento, puesto que muy pocos fertilizantes del mercado lo incluyen en forma soluble y directamente disponible por la planta.
Un exceso de este elemento puede llevar a un alargamiento del ciclo de la planta, lo que nos puede perjudicar si nos aleja de la fecha de cosecha que habíamos previsto.
Este año una de las incógnitas va a estar en la cantidad de abono que decida aportar el agricultor en cada cultivo.