Los jamones obtenidos de cerdos de capa blanca, debido a su alimentación a base de piensos compuestos en su mayoría y especialmente aquellos animales estabulados y cebados intensivamente no son capaces de soportar el paso del tiempo más allá de 8-10 meses.
Tan sólo algunos jamones serranos procedentes de pequeñas explotaciones artesanales en los alrededores de Granada o en la provincia de Teruel pueden alcanzar hasta 2 años de curación, siendo muy superiores en calidad a los anteriormente citados.
En el caso de los jamones procedentes de cerdos ibéricos, las diferencias pueden ser aún mayores, pues debido a su alto contenido en grasa, necesitan tiempos de post-salado superiores para conseguir la completa disgregación de la sal.
Según la normativa del jamón ibérico, las piezas con menos de 7 kilogramos deben tener, al menos en torno a 20 meses de curación.
En el caso de jamones con más de 7 kilogramos, no menos de 24 meses.
Pero en la práctica es fácil encontrar jamones ibéricos de baja calidad con menos curación de la señalada como mínima.
Por el contrario grandes piezas de animales que han vivido en régimen extensivo y por lo tanto de máxima calidad, llegan a alcanzar 5 años de maduración.
Incluso podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la zona de España en la que estén madurando influye considerablemente.
No es lo mismo un verano en Jabugo-Cumbres Mayores en la provincia de Huelva, con su correspondientes altas temperaturas e inviernos fríos y húmedos, que en Guijuelo con veranos cortos, calientes y secos e inviernos muy fríos y nublados.
La duración entre el proceso de salazón hasta el final de su maduración o envejecimiento, ha de estar entre los dos años y medio y cuatro años, con algunas excepciones como las que hemos comentado anteriormente.