Sin embargo, en el proceso de elaboración del vino intervienen otros componentes y algunos de ellos son de origen animal. Tras el prensado de las uvas, la fermentación y la maduración, llega el embotellado del vino. Y para ello hay que clarificarlo previamente, es decir, conseguir un líquido límpido sin impurezas. Para lograrlo se añaden sustancias que tienen como objetivo arrastrar hasta el fondo del barril los elementos que hayan quedado en suspensión, formando un poso. En la mencionada fase se suelen emplear distintas sustancias de origen animal como son la clara del huevo, las vejigas natatorias de ciertos peces, la caseína (proteína derivada de la leche), la gelatina (que se obtiene de los cartílagos de los animales), y/o los huesos y la sangre de animales. Éstos se añaden al líquido y así atrapan a las moléculas que ensucian el vino. Es cierto que estos ingredientes se retirarán antes de que el vino llegue a la botella. Pero, han estado varias semanas en contacto y algunos de ellos son muy difíciles de separar.