Puede parecer extraño que un producto como el vino, cuyo origen es completamente vegetal, acabe siendo no apto para dietas veganas. La mayoría de ellos se han decantado y están en el fondo de la cuba, pero hay partículas que son muy pequeñas y no llegan a posarse, quedando en suspensión y haciendo que el vino sea turbio e inestable. Por ello, para conseguir que el vino sea transparente y estable, tras la última fermentación se lleva a cabo el proceso de clarificación, en el cual sí que pueden intervenir ingredientes de origen animal. Según el vino sea tinto, blanco o rosado, hay diferentes tipo de clarificación con ingredientes procedentes de animales: Para vinos tintos, la clarificación se puede hacer con albúmina de huevo, una práctica que cayó en desuso y que de un tiempo a esta parte ha vuelto a retomar fuerza. También se utiliza la gelatina, procedente de los huesos y cartílagos de pescado o del cerdo. Para vinos rosados, se utilizaba, ya que en la actualidad esa práctica es ilegal en la UE, la albúmina de sangre. Y para vinos blancos, se utiliza caseína, una proteína de la leche. El problema es que este tipo de sustancias no son ingredientes del vino, sino que son un método para conseguir un fin, limpiar el vino de impurezas. No es obligatorio que aparezcan en la etiqueta, por lo que no podemos saber si en el proceso de producción de un determinado vino se ha utilizado una cosa u otra. Sólo si un vino está certificado como vegano es totalmente seguro que está exento de componentes animales.