El objetivo siempre es el mismo: potenciar el sabor del arroz, equilibrar la cocción y darle al comensal un menú redondo.
Pan y alioli: el tándem ganador.
El pan recién horneado con alioli casero es un clásico que nunca falla.
La cremosidad del alioli combina perfectamente con el socarrat y resalta los ingredientes de la paella.
Vino blanco o rosado joven: ideales para paellas de marisco o arroz a banda.
Vino tinto suave: acompaña muy bien a la paella de pollo y conejo.
Cerveza fresca: el acompañamiento más versátil y popular.
Ensalada valenciana.
Tomate, cebolla tierna, aceitunas y un buen aceite de oliva virgen extra ayudan a limpiar el paladar entre cucharada y cucharada.
Tapas previas.
Servir unas tellinas, unas clóchinas o unas bravas antes de la paella abre el apetito y mantiene la experiencia gastronómica en clave mediterránea.
Acompañamientos con mariscos.
Mejillones al vapor, gambas a la plancha o calamares a la romana combinan de forma natural con los arroces marineros.
Bebidas refrescantes.
Cada vez más gente opta por un tinto de verano o incluso un cóctel ligero (como un spritz) para suavizar la intensidad de la comida.
El toque final: postres que equilibran.
Tras una paella contundente, un postre ligero es clave.
Melón o sandía en verano: refrescan y limpian el paladar.
Naranja valenciana: tradición pura y vitamina C.
Helado artesanal: opción moderna que encanta a todas las edades.
La paella es mucho más que el arroz en la paella.
Los acompañamientos adecuados convierten un simple almuerzo en una experiencia completa, equilibrando tradición y modernidad.
Así, cada comida se convierte en un recuerdo inolvidable.