El vino perfecto no se sirve en cualquier vaso. Lo mejor es empezar con una copa genérica que nos sirva tanto para vinos blancos como para tintos, aunque algunos fabricantes de copas de calidad, sobre todo alemanes y austríacos van más allá y han diseñado una copa específica para cada variedad de uva, es decir una copa Tempranillo, Riesling o Pinot Noir, entre otras.
La forma de la copa: Debe de ser más ancha del cuerpo y estrecha en la boca, lo que permite que los aromas propios del vino puedan apreciarse mejor.
El tallo y pie de la copa deben de permitir tomar la copa con los dedos, sin tocar el cuerpo o cáliz donde se encuentra el vino, de modo que no se caliente con las manos ni dejemos huellas en la copa.
Toma la copa por el tallo para no calentar el vino con la mano ni manchar con las huellas dactilares la copa.
No llenes tu copa hasta el tope, el vino necesita respirar en la copa, por lo que no se deben llenar hasta arriba sino por debajo de la mitad, para poder agitarlo suavemente.
La temperatura de consuno de los vinos es otro aspecto importantísimo para poder disfrutarlos en las mejores condiciones, ya que influye notablemente en como apreciamos sus características organolépticas, pudiendo opacar algunas y exagerar otras.
De forma muy genérica, los vinos tintos jóvenes pueden tomarse entre los 11ºC y 13ºC y aquellos con más cuerpo y crianza entre 16ºC y 18ºC.
Decanta el vino cuando sea necesario, la decantación sirve para la aireación de vinos cerrados, o muy tánicos y potentes, para que se abran aromáticamente o se suavicen de manera que muestren mejor todo su potencial.
Bebe con moderación y evitar los riesgos sociales y de salud relacionados con el consumo excesivo de alcohol.