Si no estáis familiarizados con este proceso químico, quizás os preguntéis si después de la fase de fermentación, el vino sigue teniendo azúcar o, por el contrario, este ya ha desaparecido por completo. La respuesta es que sí: efectivamente, el vino sigue conservando una cierta cantidad de azúcar, en mayor o menor medida dependiendo del tipo de vino. De esta manera, por ejemplo, los vinos tintos conservan poca cantidad de azúcar mientras que los blancos dulces conservan una cantidad considerable. Durante el mismo, y a partir de que el vino alcance una determinada graduación alcohólica, las levaduras mueren por lo que dejan de convertir azúcar en alcohol. Entonces, todo ese azúcar que no ha llegado a transformarse se queda en el vino, una parte es azúcar fermentable (glucosa y fructosa) y otra parte son azúcares que la levadura no puede metabolizar. A este azúcar total se le llama azúcar residual. Efectivamente, algunos vinicultores añaden azúcar al mosto antes de la fermentación o durante la misma para compensar la carencia de azúcar o para conseguir como resultado un vino de sabor más dulce.