Para buscar el origen de la sobrasada hay que hacerse al mar de las velas latinas, el Mare Nostrum.
La ‘nduja, manjar de la solar Italia dei salumi, se come untada en trozos de pan o como base para salsas de pasta, como el ragú.
Cabe suponder que no fue roja en sus orígenes, puesto que el pimentón (obtenido a partir del secado y molido de determinadas variedades de pimientos rojos, especialmente la ñora y la paprika), originario de México, era desconocido en Europa a principios del siglo XV.
Cuando la malaria azotó sus territorios costeros llanos, cayó bajo el dominio de la dinastía aragonesa.
Como el Reino de Mallorca era también parte de la Corona de Aragón, los intercambios culturales y comerciales entre ambas regiones se aceleraron.
En una carta del rey Martín I de Aragón, el monarca hizo a la corte siciliana un pedido de viandas en el que se incluían las “sobressades”.
De Valencia pasó a Mallorca.
Es el más que probable origen del viaje de la sobrasada a España.
De hecho, la palabra sobressade provendría del vocablo italiano “sopressata” que, a su vez, deriva de “sopressa”, que significa picada, aplicado a la carne de embutir.
En las Baleares ya existía la tradición charcutera de los embutidos desde los tiempos de la antigua Roma.
Se trataba, como hoy, de carnes condimentadas con especias y hierbas aromáticas que se introducían en las tripas naturales de animal.
Claro que el consumo de cerdo se interrumpió en la Taifa de Mallorca durante el Califato, y sólo se recuperaría con la conquista para los reinos cristianos de la isla de Mallorca por el rey Jaime I de Aragón, en el siglo XIII.
Las referencias escritas sobre la sobrasada no aparecen hasta el siglo XVII y no sería hasta el siglo XVIII, con la extensión del uso del pimentón, que trajo Cristóbal Colón tres siglos antes como ofrenda a los Reyes Católicos y que aporta el característico color rojo a la sobrasada.
Hasta entonces, esta debió de ser blanca.
Pese a que los autóctonos reconocen el origen foráneo de este manjar, afirman en cambio que su embutido es mucho más aromático y sabroso.
Su color rojo, ya se ha dicho, vendría del pimentón, un préstamo del Nuevo Mundo.
Y más sano, puesto que la pasta se hace a partir de carne magra de cerdo.
El cerdo ya se consumía en las Baleares desde los tiempos talayóticos, la prehistoria de Mallorca y Menorca.
La costumbre llegó hasta los romanos mallorquines, que en el siglo II a. C. dejaron testimonio de su gusto por el cochino.
Y no uno cualquiera, sino el porc negre mallorquí (cerdo negro), raza autóctona que permite que una sobrasada obtenga la denominación de origen específica.