Chandríos Originarios de Pamplona, los chandríos tienen los ingredientes típicos de una rosquilla con anís pero su forma es alargada, como si fuese un colín. Dice la leyenda que un repostero intentó hacer ese dulce con forma redonda, pero que en su lugar le salió un ‘chandrío’ –que significa ‘estropicio’– porque la masa estaba demasiado líquida. Sin embargo, el desastre no fue tal, pues son un clásico de la gastronomía dulce navarra que se suelen disfrutar acompañados de chocolate a la taza o de café. Mojar un chandrío y llevárselo a la boca es una de las actividades gastronómicas preferidas de los pamploneses. La escritora Dolores Redondo contribuyó a expandir su fama más allá de los límites de Navarra, ya que aparece mencionada en su Trilogía de Baztán, una saga de libros cuya trama se desarrolla en el valle de Baztán. Son redondas y se suelen preparar en la época de matanza –se elaboran con la manteca frita con masa de pan y azúcar– así que lo tradicional es tomarlas en otoño. A principios del siglo XX, Estefanía Arangua empezó a elaborar almendras garrapiñadas en la botica ubicada en Ujué en la que trabajaba su marido, ya fallecido. La villa era famosa por sus calles medievales por las que, además de los vecinos, pasean habitualmente peregrinos y turistas. Con el paso de los años, también se ha hecho conocida por esos dulces preparados en botica. La creadora patentó su receta infalible en 1928, ante la proliferación de imitadores. Se trata de unos pastelitos elaborados con una capa de hojaldre enrollada y rellena con crema pastelera. Era un postre típico de pastores, que la elaboraban en una vasija de madera llamada kaiku donde se elaboraba directamente la cuajada con un método único: dentro se introducían brasas para cocer la leche. De ahí a que el producto tenga un cierto sabor ahumado conocido en euskera como kizkilurrin.