El ajo se ha utilizado como medicina durante siglos, y las últimas investigaciones revelan que es por una buena razón.
El ajo, a lo largo de siglos y culturas, es famoso no solo por sus propiedades culinarias sino también medicinales.
Sus propiedades se han dado a conocer como una cura para las grandes plagas y, más recientemente, ha sido utilizado en el frente de batalla de las guerras mundiales para prevenir la infección de las heridas.
Desde entonces, el análisis científico ha comprobado estas afirmaciones mediante estudios que sugieren que ciertos compuestos derivados del ajo tienen beneficios para la salud.
El ajo contiene más de 200 moléculas potencialmente bioactivas, pero, según se ha estudiado ampliamente, es un compuesto en particular, la alicina, el que tiene notables propiedades medicinales, además de un sabor irresistible.
Sorprendentemente, el bulbo o una cabeza de ajo crudo casi no contiene alicina; se produce solo cuando el bulbo sufre daños en los tejidos.
Dado que la alicina solo aparece al dañar las células, para obtener la mayor cantidad, es necesario dañarlas al máximo.
Muchos de nosotros cometemos el error de añadirlo directamente a nuestros platos.
Otro error que cometemos es cocinarlo, muchos de los compuestos farmacológicamente activos del ajo son sensibles al calor.
El 99% de la alicina se pierde durante el proceso de fritura, y se ha demostrado que solo 60 segundos en el microondas bloquea completamente los efectos anticancerígenos del ajo.