En la antigua Roma, los huevos se utilizaban para la elaboración de platos como las frittatas y los soufflés. En la Edad Media, los huevos eran un alimento muy apreciado por su valor nutritivo y su facilidad de conservación, ya que se podían almacenar durante semanas sin necesidad de refrigeración. Durante el siglo XVI, la popularidad del huevo aumentó en Europa. Los aristócratas comenzaron a criar gallinas de raza pura para obtener huevos más grandes y de colores variados. En esta época también se desarrollaron nuevas técnicas culinarias, como la elaboración de mayonesa y la utilización de los huevos para dar consistencia a los postres. En el siglo XIX, el consumo de huevos se expandió a nivel mundial gracias a los avances en el transporte y la refrigeración. En la actualidad, el huevo es un alimento básico en la mayoría de las dietas y es utilizado en una amplia variedad de recetas, desde platos sencillos como huevos revueltos hasta elaboradas preparaciones culinarias en la alta gastronomía. Una de las recetas más antiguas que se conocen es la frittata, un plato similar a la tortilla española que se elaboraba con huevos, queso y otros ingredientes como verduras o carne. También se utilizaban los huevos para preparar platos como los soufflés y los flanes. En la Edad Media, los huevos eran un alimento muy valorado por su valor nutritivo y su facilidad de conservación. Una de las recetas más antiguas que se conocen de esta época es el «Leche Lumbard», un postre elaborado con huevos, leche, azúcar y almendras que se horneaba en un recipiente de barro. También se utilizaban los huevos para hacer pasteles y empanadas, tanto dulces como salados.