Los cefalópodos, como el calamar y el pulpo, también son ricos en colesterol, con cifras que rondan entre los 200 y los 260 miligramos por cada 100 gramos. A pesar de esto, estos alimentos tienen la ventaja de ser bajos en grasas totales y, en particular, en grasas saturadas. Esta composición nutricional podría tener un efecto atenuante sobre los niveles de colesterol LDL, ya que se ha demostrado que el colesterol dietético por sí solo tiene un impacto limitado en los niveles séricos de colesterol en comparación con las grasas saturadas. Además, contienen nutrientes beneficiosos como el taurina, que puede contribuir a la regulación de los niveles de colesterol y a la protección del sistema cardiovascular. Entre los mariscos más conocidos por su alto contenido en esta sustancia están los crustáceos, como las gambas y los langostinos. Estos aportan aproximadamente entre 150 y 200 miligramos de colesterol por cada 100 gramos, lo que representa una porción significativa de la ingesta diaria recomendada. Sin embargo, investigaciones han señalado que este se concentra predominantemente en la cabeza, lo que sugiere que consumir solo la carne del cuerpo podría reducir significativamente la carga total consumida. Además, es importante considerar que, aunque estos crustáceos tienen un alto contenido de esta sustancia, su perfil en grasas saturadas es relativamente bajo, un factor que podría mitigar parcialmente sus efectos negativos en la salud cardiovascular. Los peores son las gambas, los langostinos y el calamar. En concreto, los cefalópodos, como el calamar y el pulpo, también son ricos en colesterol, con cifras que rondan entre los 200 y los 260 miligramos por cada 100 gramos, Además, contienen nutrientes beneficiosos como el taurina, que puede contribuir a la regulación de los niveles de colesterol y a la protección del sistema cardiovascular.