Un vino reserva es el resultado de un proceso de elaboración más largo y riguroso que un vino joven o crianza.
Esta categoría, establecida por las distintas denominaciones de origen, garantiza al consumidor que el vino ha pasado por un envejecimiento mínimo en barrica de roble y posteriormente en botella.
Italia, España, Portugal y Argentina tienen regulaciones estrictas establecidas por autoridades vitivinícolas regionales que dictan cómo se pueden utilizar los términos reserva y gran reserva.
En todos los casos, los vinos reserva o gran reserva envejecerán más que los vinos no reserva.
Además del tiempo de envejecimiento, las normas también rigen la zona en la que se pueden cultivar las uvas, las variedades que se pueden utilizar, qué tipo de riego se puede utilizar, la densidad de las vides y la cantidad de uvas cultivadas por hectárea.
La mayoría de los productores utilizan el término para indicar su vino de mayor calidad, de mayor nivel o de mayor envejecimiento.
Para que un vino pueda obtener la categoría de reserva, debe cumplir con una serie de requisitos:
Selección de la uva: Se eligen las mejores uvas, procedentes de viñedos de alta calidad y con una maduración óptima.
Fermentación: El mosto fermenta en depósitos de acero inoxidable o en pequeñas barricas de roble, dependiendo del estilo del vino.
Envejecimiento en barrica: Aquí reside una de las claves de la complejidad de los vinos reserva.
Deben permanecer en barrica de roble durante un mínimo de 12 meses, aunque este tiempo puede variar según la denominación de origen.
Durante este periodo, el vino adquiere aromas y sabores ahumados, tostados y especiados, propios de la madera.
Envejecimiento en botella: Tras la crianza en barrica, el vino se embotella y continúa su evolución en botella durante un periodo mínimo, que también varía según la denominación de origen.
En botella, el vino se afina y se integran todos los aromas y sabores adquiridos durante el proceso de elaboración.