Se tienen que acordar de sacar la carne del refrigerador al menos dos horas antes de que empiecen a parrillar.
La idea es tirar a la parrilla un trozo de carne, no un bloque de hielo.
Procuren tener cerca un paño de cocina para limpiarse las manos o toallas absorbentes en el caso de que no tengan, un par de pinzas para tomar la carne, su buen cuchillo afilado, tablas para cortar, una mesa de apoyo y vino, lógico.
Para ver el tema de la sal: si tienen carnes que están protegidas por capitas de grasa, lo ideal es que la salen antes de hacer todo.
Los cortes de carne grueso se deben salar al menos tres horas antes —para que suelten bien sus jugos— y las que no tienen grasas, se salan después de haberlas sellado.
La carne se pone en la parrilla solo cuando el fuego está bien hecho.
Lo que quiero decir es que si tienen que llevar un secador de pelo para que prenda el carbón, aún no es tiempo de tirar la carne.
Hay que evitar moverlos porque lo más probable es que se peguen a los fierros.
Si te baja la ansiedad y comienzas a manipularlos antes de, lo más probable es que los termines moliendo o haciéndolos pedazos.
Las carnes que no tengan una capita de grasa séllalas con un golpe de calor fuerte, cinco minutos por lado, y quedarán listas para agregarles la sal.
La temperatura de cocción debe ir en aumento.
Cuando saques la carnecita de la parrilla, espera unos minutos antes de cortarla.
Esto permitirá que el jugo que haya en su interior se aquiete, se junte en el centro, y que cuando la cortes brote para todos lados y se te haga agua la boca.