Los gases se producen en este caso porque las legumbres son un alimento rico en carbohidratos complejos.
Estos hidratos de carbono no son digeribles por nuestro metabolismo, incapaz de romperlos en cadenas de azúcares más pequeños.
De esta manera, cuando llegan al intestino grueso, sirven como alimento para las bacterias de nuestra flora intestinal.
Esto, que es un beneficio, pues nos ayuda a esta mejor, también tienen una contraprestación: esa fermentación que se produce es la que genera los gases y que originaría la flatulencia.
Hay varios caminos para evitar los gases después de comer legumbres.
Algunos tienen que ver con la elaboración, pero otros tienen que ver con cómo consumamos estas legumbres o de qué las acompañemos.
La cuestión incluye procesos como el enjuagado o remojado previo.
También incluso con el propio tiempo que tengan las legumbres en cuestión, pues cuanto más tiempo tengan, más remojado van a necesitar.
Remojo de víspera: mantener las legumbres en agua durante unas horas, cambiando el agua alguna vez, permite hidratar y liberar algunos de los oligosacáridos presentes en las legumbres.
Además, cuanto más tiempo pasen, más conseguiremos que se liberen.
Cambiar el tipo de receta: parte de los problemas de las legumbres van asociados a su piel, que es una fuente natural de hidratos de carbono.
Si tomamos legumbres en forma de puré o crema, al deshacer estas pieles, serán más digeribles.
Masticar correctamente: comer despacio nos ayuda a dos cosas.
La primera es incorporar menos aire entre bocados, lo cual también favorece la aparición de gases.
La segunda, algo evidente también, es que trituramos mejor los alimentos, facilitando la digestión y evitando esa hinchazón.