El jamón ibérico es un alimento muy versátil que se puede disfrutar de muchas formas diferentes.
Lo más tradicional es degustar el jamón solo, cortado en pequeñas y finas lonchas dipuestas en un plato y acompañado de pan, el cual puede llevar aceite de oliva e incluso tomate maduro rallado.
Para mí, el mejor bocadillo del mundo es con paletilla ibérica de bellota, ya que el sabor es mucho más fuerte y con una buena porción de grasa en cada loncha; un tomate maduro restregado sobre el pan y un poquito de aceite de oliva.
Muchas frutas acompañan bien al jamón, por ejemplo los higos, en una ensalada de hojas frescas y aceite de oliva.
Las fresas, las peras e incluso el aguacate combinan bien con un buen jamón serrano o ibérico.
Unas brochetas de sandía con jamón es una alternativa súper refrescante para un desayuno o una cena ligera en verano.
Los frutos secos acompañan de maravilla una buena pata de jamón: Alemendras, nueces, avellanas, etc.
Es uso "obligatorio" incorporar unos taquitos de jamón ibérico al tradicional gazpacho andaluz o al salmorejo cordobés, las sopas frías más consumidas en España durante la temporada estival.
Pero hay otras sopas menos tradicionales que el jamón curado les da un toque especial: Un gazpacho de sandía.
Quién no babea tan solo con pensar en un plato de guisantes con jamón, o unas habitas tiernas.
Los corazones de alcachofa cortados en láminas y pasados a la sartén con un poco de aceite de oliva junto a unas virutas de jamón ibérico, es una auténtica gozada.