Los caracoles como casi todas las comidas populares, tienen mucho de tradición que ha ido evolucionando, y, especialmente de supervivencia, de sobrevivir con las necesidades del momento. Los caracoles ha sido siempre un plato muy utilizado en tapas, como entremeses con el chato de vino, después, la caña de cerveza. Se indica que en este caso particular era muy utilizado a principios del siglo veinte en tascas y bares de los barrios madrileños de la época. Se dice en la Wikipedia que, en siglos anteriores, se recogían los caracoles de los que se criaban en las viñas alrededor de Madrid, que entonces eran lo que ahora son barrios o distritos o zonas de Madrid: Fuencarral, Canillas, Hortaleza, Chamartín. Los ingredientes básicos son caracoles, bien lavados para que suelten tierras y olores, se cuecen en caldo de carne, se les suele añadir una guindilla, para que pique un poco, también algún ajo, salsa de tomate, harina de trigo, aceite de oliva, sal, algunos que como todo complican un poco el guiso, pues le añaden algo de morcilla, algo de jamón serrano, chorizo, hierbabuena, perejil. ¡Y, entre ellas un Museo de los caracoles y de los caracoles a la madrileña…!