En estas latitudes geográficas suena un poco raro este plato gastronómico tan variable y recurrido en el sur peninsular. A nosotros nos va conquistando poco a poco.
De todas formas no olvidemos que un pueblo civilizado siempre come bien o por lo menos de forma equilibrada.
También es cierto que gracias a los conventos guardamos las buenas costumbres culinarias, aunque en el fondo parezca una contradicción, así como en el País Vasco donde los montes nos empujan hacia el mar y éste cada día nos niega más sus productos para nuestera cocina.
Paradójicamente es el rincón del mundo que más pleitesía se dedica al arte de bien comer y su elegancia.
El gazpacho, cuya entrada en nuestras mesas es incipiente, su consumo está indicado para todas las edades y gentes y en todo caso solamente limitado para los delgados porque es pobre en calorías, al ser pequeñas las cantidades de proteínas, grasas y azúcares que encierra.
Conciencimonos de que tenemos el mal hábito de poner en cuarentena todo lo extraño y que esto está ocurriendo con el gazpacho.
Por ser tan variado y sano, yo al menos aconsejo que lo adaptemos a nuestras costumbres, que cada comensal le ponga lo que le guste y adelante con este plato fresco, pobre en energía pero muy abundante en líquidos, vitaminas y sales minerales que también son imprescindibles para nuestra buena salud.