El Jerez es un vino internacional que se conoce con diferentes nombres en español, francés e inglés.
El Jerez es un caldo alabado por propios y extraños, en la tierra donde se produce y en casi todos los lugares del mundo durante cientos de años.
El Jerez es el caso de un vino que desde que Colón se tropezó en su viaje hacia las Indias con el Nuevo Mundo no ha dejado de hacer turismo.
Para atravesar el océano los vinos producidos en el "Marco de Jerez" solían encabezarse con aguardiente de vino para que llegaran en buenas condiciones.
Esta necesidad se convirtió en ventaja y le dio su carácter único, del que salieron las múltiples variedades de Jerez que hoy conocemos.
Los vinos de Jerez, en concreto el Fino y la Manzanilla se crían mediante soleras, barricas colocadas unas sobre otras conteniendo, las de más abajo, las que están a ras de “suelo” los vinos más envejecidos.
En cada botella de Jerez hay, al menos, una parte de vino “con solera”, del más antiguo, de ahí que cada copa sea un lujo de buen saber y de buen sabor.
Además, estos vinos tienen la particularidad de fermentar bajo la flor natural que forman las levaduras, y no por oxidación como la mayoría de los vinos.
Su fama, su tradición de consumo, sus características únicas y su calidad indiscutible son el motivo de que el Jerez sea un vino con denominación de origen histórico junto con las de Oporto, Burdeos, Champagne, Borgoña, Rioja y Barolo.
Siempre que pensamos en vinos de calidad automáticamente pensamos en tintos: el Jerez es una prueba de que se puede hacer uno de los mejores vinos con uvas Palomino, Pedro Ximenez o Moscatel.