La base vínica típica es el vino tinto, de donde le viene el nombre de sangría que evoca el color de la sangre. Aunque prácticamente puede utilizarse cualquier vino, el más adecuado es un tinto joven afrutado.
Azúcar. Cuidado no pasarse, ya que no debe resultar una bebida muy dulzona.
Limón y naranja. Del limón se echa solamente su zumo en la cantidad deseada, a diferencia de las otras frutas que se echan troceadas pero no se exprime su zumo.
Otras frutas. Deben ser frutas carnosas como el melocotón, albaricoque, pera, manzana y el plátano, aunque la manzana es la fruta estrella.
Especias. Para los amantes de la canela puede utilizarse.
Gas carbónico. Es frecuente utilizar refrescos gaseosos de naranja o de limón (tipo Fanta o Sprite).
Vermut y licores. Un poco de vermut rojo o de brandy convierte la sangría en una bebida de alta graduación pero con la sensación de estar bebiendo una bebida de menor contenido en alcohol.
Pelamos la fruta y cortamos en trozos no muy grandes.
Introducimos la fruta en el recipiente que vayamos a utilizar, dependiendo de la cantidad que tengamos previsto hacer, podemos utilizar un barreño pequeño o cacerola grande.
Añadimos a continuación el vino, el refresco utilizado, el azúcar y las pieles de los cítricos.
Canela opcional y según gustos.
Dejamos macerar durante al menos dos horas.
Servimos bien fría y a disfrutar.
Durante la maceración es conveniente que la fruta objeto de maceración no esté en contacto con el aire, para evitar su oxidación.