La leche materna no solo es el primer alimento de tu bebé, también demuestra la capacidad de tu cuerpo para brindarle lo que necesita en sus primeros días de vida.
Antes de hablar sobre sus componentes, es importante entender en dónde y cómo se produce.
El pezón es la parte sobresaliente del pecho, rodeado por una zona más oscura llamada areola.
En la areola puedes notar pequeños puntos, son glándulas que secretan una sustancia especial que lubrica y protege la piel durante la lactancia.
Dentro del pecho hay millones de alvéolos, pequeños sacos formados por células secretoras que producen la leche.
Estas células están rodeadas por células musculares que, al contraerse, empujan la leche hacia los conductos lactíferos, que la transportan desde los alvéolos hasta el pezón.
La leche fluye por los conductos y llega hasta la punta del pezón, desde donde puede salir del seno durante la succión del bebé.
Entre cada toma, la leche se almacena en los alvéolos y conductos, lista para ser extraída en la siguiente alimentación.
Todo este sistema está envuelto por tejido de sostén y grasa, que le da forma al seno.
Pero OJO, el tamaño del pecho no determina la cantidad de leche que puedes producir: todos los pechos, sin importar su tamaño, tienen la misma capacidad para generar leche, porque tiene la misma cantidad de glándulas mamarias.