La morcilla se convirtió así en un alimento básico en la dieta de las poblaciones rurales, al aportar una gran cantidad de energía y numerosos nutrientes.
A ello había que sumar que se podría almacenar durante largos periodos de tiempo, convirtiéndolo así en un alimento muy válido para poder ser guardado en la despensa hasta que llegasen épocas de escasez de alimentos.
La morcilla se elabora con una mezcla de ingredientes que pueden variar según la región y la receta específica.
Sin embargo, se compone básicamente de: Sangre: la sangre, principalmente de cerdo, es uno de los ingredientes principales de la morcilla.
La sangre coagulada actúa como aglutinante de la mezcla y le otorga su color oscuro característico.
Grasa: la grasa de cerdo es otro de sus ingredientes comunes, ayudando a darle jugosidad y sabor al embutido, además de contribuir a su textura.
Especias: son necesarias para dar sabor a la morcilla, incluyendo habitualmente algunas como comino, pimienta, canela, ajo, pimentón, nuez moscada…, pudiendo variar la combinación en función de la tradición regional y la receta.
Ingredientes aromáticos: puede incluir ajo, cebolla, perejil y otras hierbas para agregar sabor a la morcilla.
Ingredientes adicionales: en función de la receta, puede llevar otros ingredientes como arroz, pasas, piñones, pan rallado, frutas, verduras, etcétera, que aportan sabor, textura y/o dulzor.