Sobre el 4.000 a.C, surgió una de las primeras civilizaciones del mundo: los Sumerios.
Este pueblo desarrolló los sistemas agrarios y ganaderos.
Fue la primera vez que se tienen registros del consumo de leche.
Los griegos tampoco quedan atrás en la cultura láctea, ya que en “La Odisea de Homero” se lee: “Ellas quedaron huérfanas en el palacio, pero la divina Afrodita las alimentó con queso y dulce miel y con delicioso vino”.
Los lácteos estaban envueltos por connotación divina, siendo así que Hipócrates utilizara la leche como antídoto contra el envenenamiento.
No nos podemos olvidar de los romanos y de la Leyenda de Rómulo y Remo, en la cual los fundadores de Roma fueron amamantados por una loba.
Gracias a romanos, amantes del queso de oveja y cabra, el consumo de queso fue extendido por toda Europa.
Ya en la Edad Media, los monjes eran los encargados de la producción de quesos.
En el siglo XV, en Suiza, comienza a surgir importantes mercados, siendo, los primeros en desarrollar la industria lechera en Europa.
La leche cruda es un producto fácilmente alterable a temperatura ambiente, de ahí que el consumo fuese tan reducido en la edad Media, prefiriendo el consumo de queso (un alimento menos perecedero).
En el año 2000 en España se han invertido más de 168 millones de euros en innovación tecnológica y modernización de explotaciones lecheras, hasta posicionarse entre las primeras industrias de Europa.
Las nuevas oportunidades canalizadas a través del I+D+i se focalizan en productos, procesos, seguridad alimentaria, sostenibilidad y nutrición.
Actualmente, el desarrollo tecnológico junto a la legislación de la industria láctea a nivel nacional y europeo garantiza la llegada al consumidor de productos seguros.
Podemos concluir que la leche y sus derivados se han consumido a lo largo de la historia ya que son alimentos nutritivos y aceptados por la sociedad a lo largo de generaciones.