La leche es capaz de cubrir, por sí sola, las necesidades energéticas y de nutrientes de los mamíferos durante el periodo de lactancia, siendo la única fuente de nutrientes hasta los 6 meses de edad en el caso de los humanos. La leche tiene vitaminas y minerales esenciales para el normal mantenimiento de las funciones del organismo a lo largo de todas las etapas de la vida. Un adecuado consumo de leche y derivados lácteos durante la infancia ayudará al desarrollo y mantenimiento de huesos y dientes, así como a reducir la pérdida mineral ósea durante la edad adulta, gracias a su contenido en calcio. La leche contiene diversos minerales, destacando especialmente el calcio, imprescindible para el organismo, que participa en la formación y mantenimiento de huesos y dientes en condiciones normales. La leche posee tanto vitaminas hidrosolubles como liposolubles, como la tiamina, riboflavina, niacina y, en menor cantidad, el ácido fólico, y entre las vitaminas liposolubles, la vitamina A o retinol, es la que se encuentra en mayor concentración. Además, la leche es una importante fuente de energía para el organismo, gracias a su contenido en hidratos de carbono, como la lactosa, y en lípidos, como los triglicéridos y los fosfolípidos. La leche también es rica en proteínas de alto valor biológico, como las caseínas y las proteínas séricas, que juegan un papel importante en el normal desarrollo y mantenimiento de huesos y músculos. La leche es una fuente de ácidos grasos esenciales, como los que se encuentran en la grasa láctea, que son importantes para la salud. La leche es una fuente de hierro, especialmente la leche materna, que es rica en hierro biodisponible. La leche es una fuente de agua y electrolitos, que son esenciales para mantener el equilibrio hidroelectrolítico del organismo. La leche es una fuente de antioxidantes, como la vitamina C y el betacaroteno, que ayudan a proteger al organismo contra los radicales libres y el estrés oxidativo.