El Papiro Ebers lo prescribe para las dolencias circulatorias, el malestar general y las infestaciones de insectos y parásitos.
En el Talmud se describe el consumo de ajo para el tratamiento de infección por parásitos y otros trastornos.
Hipócrates recomendaba su uso para las afecciones pulmonares, como agente limpiador o purgante, y para crecimientos abdominales, particularmente uterinos.
El famoso médico griego Dioscórides recomendaba el ajo para limpiar las arterias.
En la Antigua Roma, el ajo se recomendaba para los trastornos del tracto gastrointestinal, para el tratamiento de mordeduras de animales y para el alivio de enfermedades articulares y convulsiones.
En la medicina china antigua, el ajo se prescribía para ayudar a la respiración y la digestión, así como para la diarrea y la infestación de gusanos.
En Pakistán, el extracto de ajo se toma tradicionalmente por vía oral para calmar el estómago, tratar la tos y reducir la fiebre.
En India, se usa para aliviar problemas como la tos y la fiebre, o se aplica externamente para prevenir el encanecimiento del cabello y mejorar las afecciones de la piel.
En Nepal, el este de Asia y el Medio Oriente, se usa para tratar varias dolencias que incluyen fiebre, diabetes, reumatismo, lombrices intestinales, cólicos, flatulencia, disentería, trastornos hepáticos, tuberculosis, parálisis facial, presión arterial alta y bronquitis.
En África, el ajo se usa como antibiótico y tiene la reputación de reducir la presión arterial y el colesterol.