El ajo está en el ADN de nuestra cultura culinaria desde la noche de los tiempos.
En el panorama de las cocinas que se practican en España el ajo no es un simple condimento, el ajo es un universo.
El ajo –allium sativum en su denominación científica- procede al parecer de oriente medio y se utiliza desde hace siete mil años y desde el mediterráneo se extendió por todo el planeta.
En España junto con la cebolla y el aceite oliva son las piedras angulares de nuestras cocinas.
Nuestro país produce unas 200.000 toneladas anuales por los 12 millones de toneladas de China.
El ajo ya maduro se utiliza como condimento –esencial en la dieta mediterránea- picado para sofritos, dorado a la sartén para las ajadas, en los estofados y guisos, en los ajillos para pollo y conejo, el ajo cabañil murciano, de indudable origen pastoril, como en las migas.
El ajo –según las épocas- se ha considerado tóxico, la panacea universal y ha merecido el desprecio anglosajón durante siglos.
Hoy parece claro que es un ingrediente sanísimo, con categoría de antibiótico natural y propiedades antihipertensivas, es rico en vitamina B6, fósforo y calcio.
Y si, se puede decir que desde hace siglos España huele a ajo, afortunadamente.
Aparece en todos los condumios tradicionales de todas las regiones, inunda el refranero y ha sido sujeto de toda índole de polémicas sobre su idoneidad para la salud.