El consumo moderado de vino rosado previene el daño vascular y disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares gracias a las propiedades antiinflamatorias del mismo, mejorando la circulación sanguínea. Además, los taninos y los polifenoles, como el resveratrol, aportados por el contacto con el hollejo, funcionan como agentes antioxidantes que previenen los efectos dañinos de los radicales libres sobre las capas de los vasos sanguíneos. Tanto la composición del vino rosado como las situaciones en las que este se consume, permiten que se liberen neurotransmisores que ayudan a despejar tu mente y mejorar tu estado de ánimo. La acidez refrescante, sus tonos afrutados y la ligereza de este vino color rosa ayudan con la absorción eficiente de los alimentos en el proceso digestivo. Los rosados de poca intervención no suelen tener azúcar añadida, por lo que es una excelente opción entre bebidas alcohólicas para incluir en tu dieta, haciéndolo el vino ideal para mantener un estilo de vida saludable. Una lata o una copa de vino rosado es el acompañante perfecto para dejar atrás el estrés. Al final del día, esta bebida te relaja, despeja tu mente y te ayuda a combatir el insomnio para tener un sueño reparador. El rosé es de los tipos de vinos con más versatilidad. Su proceso de elaboración, con las diferentes variedades de uvas, puede dar tonos asalmonados, más tintos o sutiles. Además, las ocasiones para su consumo son infinitas, ya que puedes tomarlo solo o como acompañante para una mejor experiencia culinaria, ya sea con una fresca ensalada, suculentas carnes o una deliciosa paella, tiene un equilibrio perfecto entre acidez y sabor frutal. Cuando estés entre vino tinto o vino blanco, recuerda que todo marida bien con un rosado.