La sopa de cebolla gratinada es una receta tradicional de la cocina francesa.
Sus orígenes son humildes y durante muchos años fue considerada comida de pobres en Francia.
Hoy día, muchos restaurantes reconocidos recrean esta receta, adornando las mesas más populares del mundo.
Aunque existen varias versiones de ella, su preparación es a base de 4 ingredientes: cebolla, caldo de carne, pan y queso.
Otras variantes incluyen huevo batido o entero, mezclas de queso, trozos de pan, etc.
Efectivamente, en esta época, en los Pirineos, se servía a las tropas romanas y en las villas patricias esta sopa de cebolla con legumbres y hortalizas, siendo la primera sumamente apreciada desde el confín de los tiempos ya que, por ejemplo, los chinos la comían porque simbolizaba la inteligencia y la longevidad, los caldeos la suponían una poción mágica y los egipcios la incluían en las tumbas para acompañar al difunto en su último viaje…
Muy popular en la Edad Media pero decayó en el Renacimiento entre medio de tanto refinamiento por su fuerte olor.
Posteriormente, se empiezan a reconocer y a redescubrir sus cualidades gastronómicas, culinarias e incluso medicinales/saludables: poco calórica, antioxidante, rica en sales minerales raras (selenio, cobalto, molibdeno), diurética, antibiótica, excelente en la diabetes y en los procesos reumáticos.
Vinos blancos Este plato gratinado con cebolla es consistente, nutritivo y de temporada invernal.
Con múltiples sabores que complica un tanto la elección del vino.
Requiere frescura para equilibrar su contenido graso y cierta potencia alcohólica para contrarrestar sus matices salados, requiriendo del concurso de vinos redondos para atemperar el ligero componente agrio de la cebolla.
Por tanto habrá que evitar los vinos tintos por la incongruencia de los taninos con este plato.
Desde decataencata.com os aconsejamos un Jerez de la bodega de Gutierrez Colosia, un vino gaditano de pro.
En la nariz presenta notas de oxidación (nuez, almendra, café y ciruela), en boca muestra una magnífica amplitud y untuosidad con esa salinidad típica de los vinos jerezanos.
Pero presta atención: su potencia alcohólica (18º) es bienvenida, excepcional pero cautelosa.
Gutiérrez Colosia fino, Precio: 9 €.
En Francia, dentro de los vinos oxidativos están los del Jura, cuya denominación Banyuls del Rosellón francés también casa maravillosamente con el plato.
Dado el carácter ligeramente sucroso del plato, un vino salino aquí, permite un ejercicio de contraste excelente.
La cosecha Voile d’Argile de la bodega Domaine de la Rectorie, oxidativo, con excelente estructura y ligeramente salino, goloso, con notas de frutos secos, formará un dúo maravilloso.
Y, con una cerveza ¿qué tal?
Una Cerveza IPA, con su amargor asociado,es muy bueno para intensificar la delicia del plato.
Existe una cerveza belga la Troubadour Westkust, una cerveza negra IPA, elaborada con lúpulo 100% belga, con sabores torrefactos, aporta una alquimia explosiva a la sopa de cebolla.
Concepto Belgian IPA.
Precio: 2,38 €
La cerveza Troubadour Westkust es una IPA de origen belga, bien oscura, con aromas de lúpulo (se fabrica con lúpulo belga 100% de la Costa Oeste y de ahí viene su nombre), malta tostada, café y toques de chocolate y vainilla.
El sabor es un equilibrio entre la malta tostada y el café.
Su sabor es amargo, fuerte pero agradable.
La sopa de cebolla gratinada es sencilla y deliciosa a la vez.