Por norma general, solemos tomar el champán y el cava a la temperatura de nevera.
Esto es, en torno a los 4 grados.
Un frío que, para la mayoría de vinos, es excesivo.
Según las recomendaciones de la DO Cava, lo ideal es tomar el cava joven en torno a los 8º, y si vamos a abrir un Reserva o Gran Reserva, mejor que esté incluso un pelín más caliente, a unos 10º.
Si tomamos el vino demasiado frío, se aprecian menos los aromas, pero si está demasiado caliente, se acentuará demasiado el alcohol.
Lo mejor, siendo puristas, es sacar las botellas antes de la nevera en torno a 15 minutos antes de servirlas, y luego, si no se toman de inmediato, conservarlas en una cubitera con agua y hielo, permitiendo así mantener la temperatura baja hasta la finalización de la botella.
Para servir correctamente el cava, solo debemos inclinar la copa en un ángulo de 45· y, con la botella lo más cerca posible del vaso, servir lentamente el vino, sin levantar espuma.
Los vinos espumosos no son cerveza, no nos interesa generar carbónico de más.
Cualquier experto nos diría que evitemos a toda costa tener sobras de espumosos, pues pierden cualidades muy rápidamente una vez abiertos.
Pero si nos ha sobrado algo de vino, siempre podemos conservar el cava o champán con un tapón especial.
El truco de la cucharita es un mito: no sirve para nada.