El chocolate blanco es un producto dulce que realmente no es de color blanco por completo, sino de color marfil pálido ligeramente amarillento.
Tiene un enorme sabor dulce y no tiene ningún regusto amargo como ocurre en otros casos.
Se debe a que, al contrario que el chocolate tradicional, carece de sólidos de cacao, como la pasta o el licor.
Los ingredientes del chocolate blanco son la manteca de cacao, la leche y el azúcar.
En ocasiones, se pueden sustituir los azúcares por edulcorantes como la estevia y añadir algunos aromas naturales.
La manteca es lo que le da el color característico y el ingrediente mayoritario, seguido de la leche.
No fue hasta los años 20 que en España no apareció la primera tableta de chocolate blanco, un producto dulce elaborado a base del exceso de manteca de cacao y la sobreproducción de leche en polvo.
Además del color, sabor e ingredientes, el chocolate blanco es diferente al negro en otros aspectos.
La falta de pasta de cacao hace que no tenga polifenoles, perdiendo el efecto antioxidante que tiene su versión más tradicional.
El chocolate blanco tiene mucho contenido en calcio, superando los 200 mg por cada tableta de 100.
Una ventaja con respecto al chocolate negro es que no contiene teobromina ni cafeína.
Ambos elementos son estimulantes que activan el sistema nervioso central, no siendo aptos para todos.
De este modo, no tener esos ingredientes en el chocolate blanco hace que sea apto para más gente.
Eso sí, hay que tener en cuenta que el porcentaje de azúcar y grasas es algo más elevado.
Por este motivo, se debe consumir con una mayor moderación, evitando el consumo excesivo.