Los chipirones son un ingrediente delicioso que combina bien con un montón de platos y que podemos preparar de mil maneras distintas, pero limpiarlos puede ser desastroso.
La primera vez que ves un chipirón no sabes ni por donde meterle mano, o al menos eso nos paso a nosotros.
Ojos, boca, tinta, carne… ¿Qué se come y qué no?
Esa es la cuestión.
Si como a nosotros, esto os ha pasado alguna vez, o directamente nunca os habéis atrevido a trabajar con ellos, no os preocupéis.
El chipirón tiene dos partes diferenciadas, la bolsa y la patas.
Lo primero que haremos será agarrar la bolsa y tirar de las patas para que salgan las tripas y la bolsa de tinta del chipirón.
Apretamos bien la bolsa del chipirón para que expulse todo lo que pueda quedar dentro.
Puede que salga mucho o puede que no salga casi nada.
Lo siguiente será retirar la pluma.
La pluma es muy fácil de identificar.
Parece un trozo de plástico transparente que sale de la bolsa.
Limpiamos bien la bolsa por dentro ayudándonos con los dedos o dándole la vuelta por completo, procurando que no quede nada.
A continuación quitamos la piel de la bolsa del chipirón.
Sale muy fácil, solo tenemos que tirar un poco de ella y se despega sin problema.
Ahora que hemos terminado con la bolsa, nos ponemos con las patas.
De aquí vamos a aprovechar los tentáculos.
Para ello cortamos las patas por debajo del ojo, separando así los tentáculos de la cabeza.
Entre los tentáculos está también el pico o boca del chipirón.
Debemos deshacernos de ello cortándolo.
Es una especie de bola blanca de pequeño tamaño, fácil de ver.
Lavamos bien la bolsa y las patas con agua fría para eliminar cualquier resto que pudiera quedar y desechamos el resto, salvo la bolsa de tinta si la vamos a usar para cocinar.
Ya están listos para cocinar.