El Albariño es uno de los vinos más representativos de la gastronomía española.
Bajo la Denominación de Origen Rías Baixas, este vino gallego traspasa fronteras y acumula distinciones debido a su enorme calidad y a su excelente y elegante sabor.
La variedad Albariño es que más superficie de cultivo presenta dentro de la D.O.
La uva Albariño posee unas características que la convierten en una uva muy especial.
Es una uva menuda, cuya maduración tardía hace que su ciclo vegetativo sea mayor con respecto a otras variedades.
Para que un vino pueda obtener esta denominación, debe estar elaborado al 100% con uvas de la variedad Albariño.
Son vinos de color amarillo-pajizo, brillantes, con matices verdes y dorados.
En su cata obtendremos aromas frutales y florales en nariz, elegantes, de intensidad media y potente duración.
Una vez en boca se caracterizan por ser vinos refrescantes, suaves y con un excelente equilibrio entre su cuerpo y su grado alcohólico, armoniosos y repletos de matices.
Lo primero que debemos hacer es encontrar una copa adecuada, pudiendo elegir entre dos opciones: una copa tipo borgoña, de tallo largo, abombada, transparente y de vidrio fino; o bien la clásica cunca de vino, muy común en las tabernas gallegas, elaborada con cerámica.
La temperatura adecuada de consumo está entre los 9º y 11ºC.
Aunque los vinos blancos son el maridaje tradicional para acompañar al pescado, en el caso del Albariño existen una serie de matices que nos sorprenderán, permitiéndo armonizarlo también con numerosos otros platos.
Aperitivos: un excelente acompañamiento para una tabla de quesos suaves, unos encurtidos o platos escabechados.
Cocina internacional: probad a maridar vuestro Albariño con sushi o un ceviche y descubriréis un nuevo universo de sabor para estos platos.
Carnes blancas: pueden ser un acompañante perfecto de un plato de aves de corral, especialmente si está cocinado con una base de nata o mantequilla.
Mariscos: todo tipo de mariscos, .
Pescados y mariscos: va bien con todos, pero si tenemos que elegir, mejor con rodaballo, atún, bacalao o unas cocochas de merluza.
Lo mismo ocurre con el marisco: desde nécoras a percebes, pasando por mejillones, ostras o centollas, todos ellos acompañan de forma excelente a este tipo de vinos.