El secreto de un buen pulpo no está solo en la calidad o en la procedencia, el punto de cocción también es clave para que este plato tan arraigado en la cocina gallega resulte espectacular.
El pulpo debe estar tierno, pero al dente, como el arroz del risotto, no debe estar excesivamente blando, sino que en su interior debe oponer una mínima resistencia a la mordida.
No debe estar correoso ni chicloso.
El mejor método para ablandar el pulpo es tan simple como congelarlo durante un mínimo de 24 horas antes de cocinarlo.
La congelación funciona tan bien para ablandar el pulpo porque su carne es rica en colágeno.
Al cocinarlo, en un primer momento, la carne se vuelve más firme y dura.
Si no conseguimos que las fibras de colágeno se rompan, tendremos esa indeseable textura gomosa.
Con las fibras rotas, el colágeno se vuelve menos resistente al calor y se descompone con mucha más facilidad dando lugar a una textura mucho más tierna.
Para cocinar el pulpo en sus propios jugos necesitamos una olla de fondo grueso que concentre bien el calor y que tenga una tapa que cierre bien para que no pueda escapar el vapor.
Ponemos a calentar la olla sin agua a fuego medio-alto y la dejamos así durante unos minutos para que se caliente bien.
Cuando la olla esté caliente, introducimos el pulpo entero y ponemos la tapa.
Bajamos el fuego hasta un término medio y dejamos cocer el mismo tiempo que lo haríamos usando agua con el método tradicional.
Dejamos cocer 5 minutos más y, si no, lo sacamos.
Para servir, lo troceamos con unas tijeras de cocina, salamos con sal gorda y servimos con aceite de oliva virgen extra y pimentón.