El trasiego, proceso esencial en la vinificación, es más que una simple transferencia de líquido de un recipiente a otro, pues requiere destreza, habilidad, precisión y atención meticulosa para asegurar que el vino final mantenga su calidad y expresión deseada. Su objetivo es separar el vino claro de los sedimentos que se han depositado en el fondo. La paciencia es clave para permitir que el vino respire mientras se libera de las impurezas y la atención a los detalles fundamental para crear un vino claro, limpio y bien estructurado. El trasiego se realiza generalmente después de la fermentación alcohólica del vino, cuando los sólidos, como las pieles y las semillas, así como las levaduras muertas, se han depositado en el fondo del recipiente original. El vino se extrae del recipiente original, asegurándose de no perturbar los sedimentos en el fondo. Durante el trasiego, se logra una purificación del vino, ya que los sedimentos quedan atrás. La frecuencia del trasiego depende de diversos factores, como el tipo de vino y las características deseadas. Algunos vinos jóvenes requieren múltiples trasiegos para afinar su perfil, mientras que otros, como los vinos gran reserva, se benefician de un envejecimiento más prolongado en contacto con sus sedimentos. El arte de la vinificación radica en entender las necesidades específicas de cada variedad y estilo, logrando un equilibrio que resalte la expresión única de cada botella. La conexión entre la luna y la vinificación ha sido objeto de debate durante siglos, algunos viticultores sostienen que la luna influye en el comportamiento de los líquidos, incluido el vino.