La elaboración del vino blanco comienza una vez se corta la uva en la vendimia.
En la viña, se realiza una selección de las uvas en base a criterios de calidad y, posteriormente, se traslada a la bodega en cajas perforadas de 16 kg.
Después de una rigurosa selección de las uvas, continúa la elaboración del vino blanco con la separación de los granos de uva de las partes leñosas del racimo.
Inmediatamente, se realiza la ruptura del grano de la uva, con el fin de liberar la pulpa de la membrana que la envuelve.
Posteriormente, se procede a la total separación de la parte líquida, de la sólida, en el proceso de prensado.
Ya en el interior de la prensa, pero previamente al propio prensado, se lleva a cabo una ligera maceración pelicular.
Una vez separado el mosto, este se somete a un proceso de limpieza por sedimentación natural, mediante un desfangado estático, durante al menos 48 horas a 12ºC.
En diferente depósito al de recepción, se inicia una etapa fundamental en la elaboración del vino blanco, la fermentación alcohólica.
Una vez obtenido el vino y previamente un ligero trasiego, el vino reposa y se cria sobre sus propias lías.
Con el fin de evitar posibles precipitaciones de materia en botella, el vino es sometido a una estabilización, tanto proteica, como tartárica, mediante el tratamiento del mismo con proteína vegetal y una posterior y ligera filtración.
El último paso de la elaboración del vino blanco, es el delicado embotellado, que se realiza con el mismo cariño y esmero que todos los procesos anteriores, para llegar, por fin, al tan esperado momento de su cata y degustación.