El día anterior se preparaba la leña para hacer el fuego, que era de haya o de roble normalmente.
Se hacía el “furmientu”, que se elaboraba con levadura, un poco de harina, agua caliente y sal, y se dejaba reposar tapado con una sábana hasta el día siguiente.
El día de la elaboración que solía ser cada diez o quince días, se preparaba el fuego.
Las brasas se metían en el horno para que se calentase.
Este podía estar dentro o fuera de la casa pero la boca siempre dentro de la cocina.
Se preparaba la harina piñerándola para que quedase limpia de cáscara de cereal, se añadía agua, sal, y el “formientu”.
Se iba amasando con las manos hasta que quedase suficientemente fina y nos se pegase a las manos.
Se partía y se volvía a amasar dándole las formas deseadas.
Mientras se amasaba se había que persignar diciendo: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Después se realizaban cuatro cruces sobre la masa diciendo: Como “la Virgen maría creció en Gracia”.