La vida de un vino depende de muchos factores, desde su cosecha, variedad, tipo de crianza, acidez.
El vino es un alimento vivo, que evoluciona desde su fermentación hasta su muerte, pasando por fases como la crianza o el embotellado.
Es por ello que hablamos de la vida del vino, ya que desde su embotellado hasta si apertura el vino pasa por varias fases que hacen que la elección de cuando abrir la botella sea importante.
Son muchos los factores que influyen en la elaboración de un vino, y que son determinantes para su longevidad.
Así la vida de los vinos depende de su propia naturaleza, si es blanco, rosado, tinto, espumoso o generoso.
La acidez del vino es su llave para la inmortalidad, ya que al ser un vino más acido suele ser más longevo y menos sensible a problemas dentro de la botella.
La carga de taninos y la crianza es una de los grandes secretos de la curva del vino, ya que si el vino tiene una crianza adecuada con una carga de taninos y antocianos adecuada y parámetros como la acidez adecuados pueden ser vinos para disfrutar ahora o en 20 años.
Un vino blanco joven suele tener una vida de 2 a 3 años desde el año desde la fecha de su cosecha.
Aunque siempre ha excepciones, cuando el vino tiene una acidez alta y buen equilibrio, como es el caso de los vinos de Albariño, o algunos Txakolis.
Los vinos con crianza en madera suelen tener una vida más larga con una media de cinco años desde la fecha de sus cosechas, pero debemos destacar que hay vinos Gran Reserva en la Rioja con más de 30 años que están en un momento óptimo de consumo.