Pasear por el casco histórico de Olite es embarcarse en un viaje en el tiempo, y es que en el municipio todavía se conservan restos de la antigua muralla romana.
Esta da la bienvenida al pueblo a todos los visitantes que pasan por debajo de la Torre del Chapitel, uno de los puntos más simbólicos de la localidad y que sirve de puerta de entrada a la plaza de Carlos III, el principal centro neurálgico del pueblo y donde es posible adentrarse en alguna galería medieval.
Eso sí, lo que más llama la atención de los turistas al pasar por debajo de la torre y adentrarse en la plazoleta es el extraordinario Palacio Real de Olite, también llamado de los Reyes de Navarra.
Este castillo medieval tiene unas dimensiones enormes y una belleza inconmensurable, algo que demuestra la importancia histórica que tuvo la villa en el Medievo.
El complejo, que cuenta con infinidad de salas, jardines, torres y cámaras reales, entre otras, se divide en dos: el llamado Palacio Viejo y el Palacio Nuevo.
El primero de ellos data del siglo XIII, cuando se erigió un fortín defensivo sobre los restos de un edificio romano y que fue ampliado por los reyes Teobaldo I y II.
Por su parte, el Palacio Nuevo es la zona visitable del recinto, y se trata de una ampliación que ordenó realizar Carlos III de Navarra en el siglo XV.
Olite también cuenta con un patrimonio religioso excelso, en el que destaca la Iglesia de Santa María la Real y la de San Pedro, dos auténticas joyas arquitectónicas, aunque tampoco hay que dejar de visitar ni el Convento de San Francisco ni el Monasterio de Santa Engracia, otros dos edificios apasionantes que no hacen más que aumentar la belleza de la localidad.
Además, este municipio es la cuna del vino en Navarra, por lo que los apasionados de la enología podrán disfrutar de numerosas bodegas y viñedos para dar rienda suelta a su pasión.
Asimismo, a mediados del mes de septiembre se celebran sus fiestas patronales, por lo que es un momento perfecto para descubrir esta apasionante villa navarra.