Un aceite de oliva virgen extra sin filtrar es ese zumo de aceitunas recién exprimido que conserva sus impurezas naturales.
Al contrario de los aceites filtrados, este tipo retiene partículas de pulpa, piel, agua y hueso de la aceituna, dando como resultado un líquido más denso y turbio, similar a un zumo de naranja con pulpa.
Este proceso de retención de impurezas es clave: con el tiempo, estas partículas se asientan en el fondo del envase debido a diferencias de densidad.
Sin embargo, este proceso es gradual y puede variar según la madurez de las aceitunas, la temperatura y el método de extracción.
El aceite sin filtrar retiene polifenoles adicionales, componentes con propiedades antioxidantes que aportan un sabor más intenso, amargo y picante.
Por otro lado, el aceite filtrado, al eliminar estas impurezas, tiende a tener un sabor más suave y una mayor estabilidad, siendo más adecuado para cocinar a altas temperaturas.
El momento ideal para disfrutar de un Aceite de Oliva Virgen Extra sin filtrar es justo después de su producción y envasado, cuando conserva todas sus propiedades originales.
Es importante tener en cuenta que este tipo de aceite es delicado y puede oxidarse rápidamente si se expone a la luz y al calor.
Por esta razón, se recomienda comprar aceite directamente en cooperativas o almazaras y consumirlo relativamente rápido.
Aunque el aceite sin filtrar no se vuelve rancio, su calidad puede degradarse con el tiempo, especialmente si no se almacena adecuadamente.
El aceite de oliva sin filtrar se recomienda tomar en crudo para aliño y aderezo de todo tipo de alimentos, sobre todo aquellos a los que se le quiere dar un sabor a aceituna.
Si buscas un aceite para cocinar o freír, es más conveniente optar por un aceite de oliva filtrado, que conserva mejor sus propiedades y es más resistente a las altas temperaturas.