Si estáis confeccionando la pasta de croquetas en el robot, que es dónde indudablemente queda mejor y con el mínimo esfuerzo, y veis que en lugar de espesar, que es lo correcto, de repente se vuelve más líquida, no sigáis insistiendo porque ya no espesará más, hagáis lo que hagáis.
La bechamel, o la pasta de croquetas, si se bate demasiado se licua, es decir que la harina pierde su poder espesante.
Si la masa está realmente líquida, algo que no tendría explicación si habéis seguido alguna de mis recetas paso a paso, volcarla en una ensaladera honda y concentrarla en el microondas a potencia máxima removiendo continuamente con una cuchara de madera, hasta que veáis que ha espesado un poco.
Si esta masa por el contrario estuviera espesa, pero no lo suficiente para poder moldear las croquetas, añadirle un poco de leche e incorporarla batiendo bien con un batidor de alambre o mezclando simplemente dentro del mismo robot.
La consistencia que debemos conseguir es precisamente la de una masa de croquetas blandita, para tomarla con cucharita, pero nunca líquida.
Pero como todo lo que lleva esta bechamel es muy rico, pollo, jamón, pescado, gambas, huevos duros… hay siempre una manera de aprovecharla, no como croquetas sino sirviéndola en forma de lo que se llaman “conchas rellenas de bechamel”.
La podéis utilizar tal cual está, o si queréis que se noten más «tropezones», añadirle algún otro ingrediente como unas rodajitas finas de champiñones que habéis cocinado previamente, también en el microondas en 2′ o 3’ dependiendo de su cantidad.