El primer paso para conseguir que los calamares estén más tiernos es sumergirlos en agua con gas durante unos 20-25 minutos.
Con ello se consigue que el agua carbonatada ablande las fibras lo que conlleva que después tengan una textura más suave en la boca y menos gomosa.
Además, también hay quien usa agua con gas a la hora de rebozar los calamares, con lo que consigue que los calamares estén más crujientes.
Esto se debe a que las propias burbujas hacen que el rebozado sea más ligero y aireado, haciendo que sea más crujiente al comerlo.
Precisamente el rebozado es otro de los momentos clave para conseguir un mejor resultado.
Y es que uno de los errores más habituales es rebozar los calamares con harina con gluten, ya que este elemento les aporta una mayor elasticidad, y no es eso lo que se busca con este rebozado.
Por ello siempre que se pueda es aconsejable usar harina de maicena, de garbanzo o, al menos, alguna con poco gluten.
Si los dos pasos anteriores son importantes, el truco definitivo es dominar el punto de cocción de los calamares.
Dentro de lo posible hay que tratar de mantener la temperatura del aceite a unos 180ºC, de tal manera que al freír los calamares estos se cocinen rápidamente y no tengan que estar demasiado tiempo flotando en el aceite, manteniendo el interior en su punto, sin superar los 60ºC, pero haciendo que el rebozado se haga perfectamente, estando en el crujiente perfecto.