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Influencias históricas en el bocadillo de calamares de Galicia

Noelia Banda
Noelia Banda
2025-11-05 23:06:58
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La religión Motivada por las restricciones que la Iglesia Católica imponía en la Cuaresma al consumo de carne, la demanda de pescado en la capital siempre ha sido muy elevada. Tanto es así que desde el siglo XVIII hasta hoy, las rutas de transporte del pescado no han parado de mejorarse y optimizarse. Por ello, pese a ser una ciudad muy de interior, Madrid siempre ha contado con buen pescado. En la actualidad, por ejemplo, la ciudad posee el segundo mercado de pescado más grande del mundo, Mercamadrid. Solo por detrás de Tsukiji en Tokyo. Influencia andaluza A mediados del siglo XIX, Madrid comenzó a recibir emigrantes de diferentes regiones de España y, especialmente, de Andalucía. Con ellos, más allá del flamenco, también llegaron otras tradiciones como la forma de cocinar el pescado mediante frituras y rebozados. Rápidamente, esta técnica de cocinado obtuvo una gran aceptación entre las clases populares de Madrid porque aportaba un extra de calorías, muy necesarias en época de escasez. Cocina cantábrica Prácticamente en esa misma época, las casas nobles se llenaron de cocineras procedentes de Galicia, Cantabria, Asturias o País Vasco. Sin embargo, cuando el trabajo en el servicio doméstico comenzó a escasear, estas tuvieron que reciclarse y se convirtieron en las fundadoras de las primeras tascas y casas de comidas de Madrid. Y si algo sabían estas nuevas hosteleras procedentes del Norte, era sacar provecho a los productos más baratos y con menos merma como el calamar.
Mara Quintanilla
Mara Quintanilla
2025-10-25 14:46:18
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El bocadillo de calamares, una tradición que viene del siglo XVI aproximadamente, cuando el pescado fresco viajaba desde Galicia y Cantabria hasta Madrid durante 12 días en pozos de hielo que se rellenaban en invierno y duraban una parte del verano. Dos siglos más tarde, las condiciones mejoraron y el pescado tardaba en llegar cuatro días a través de caballos, y con la llegada del ferrocarril en el siglo XIX mejoró la rapidez el transporte de este alimento. El consumo aumentaba en la cuaresma, cuando no estaba permitido comer carne y tenía que haber pescado fresco en la capital. La receta de este bocadillo es sencilla, tan solo necesita un calamar limpio y cortado en anillas, estas se rebozan con harina de garbanzo y trigo, quitando el exceso de la misma con un colador. Este plato se puede comer en muchos locales, pero los siguientes son los más famosos: bar Postas, La Campana, Vincci Centrum, El Brillante, La Ideal, Los Galayos, etc. Cuando vengas a estudiar a Madrid a las escuelas de español prueba el típico bocadillo de calamares en los bares famosos, y aprende más sobre la cultura gastronómica madrileña. El cocido madrileño es el más conocido y famoso junto al bocadillo de calamares, su preparación va variando, pero la base es la misma.

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Alonso Del Río
Alonso Del Río
2025-10-25 07:07:29
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Nos acercamos a la Plaza Mayor y nos compramos un bocata de calamares bastante caro, como debe ser. Y varios de nuestros compañeros se hicieron la misma pregunta: ¿por qué es tan tradicional el bocata de calamares en una ciudad sin mar? Nosotros, que somos expertos en pescados, decidimos hacernos los interesantes. No teníamos ni idea. Para poder (intentar) contestar tenemos que abrir libros como el de José María Escudero Ramos, ‘Cocinando la Historia. Curiosidades gastronómicas de Madrid’, donde relata cómo las mulas viajaban desde Galicia hasta Madrid para traer el pescado en el siglo XVI. Entre las posibles razones del bocata de calamares en nuestra capital, también está la influencia de la gastronomía andaluza, esa que tanto nos gusta. Hay una teoría, quizá más seria, que tiene que ver con los movimientos migratorios en busca de un futuro mejor hacia la Corte. Una buena opción para pensar que, quizá, los calamares fuesen un buen producto, fácil de vender y económico para los clientes. Sin embargo, no hay una teoría clara del porqué ni del cómo, el exquisito bocata de calamares madrileño es tan conocido como una tradición para los madrileños.
Sonia Barreto
Sonia Barreto
2025-10-13 15:47:37
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Hay, no obstante, razones que nos explican cómo es posible que este plato de origen marinero tenga tal presencia en la gastronomía castiza. La popularidad del bocadillo de calamares está ligada a la historia y a los ingeniosos métodos de conservación del pescado, remontándose al siglo XVI, en una época donde el traslado de pescados y mariscos desde la costa hasta la capital presentaba un gran desafío. El pescado fresco llegaba a Madrid gracias a la conservación en pozos rellenos de nieve, una técnica que permitía que el pescado se mantuviera en mejor estado durante su transporte por la calzada real o camino gallego, desde la costa hasta la capital. Esta técnica no siempre aseguraba unas buenas condiciones, lo que hizo que triunfaran, además, las salazones, los pescados secos y los ahumados, métodos de conservación que permitían que los madrileños disfrutaran del sabor del mar. El calamar, por su bajo coste y su conveniencia al ser un molusco sin espinas, se convirtió en una opción perfecta para disfrutar en bares y tabernas, sirviéndose entre dos panes no solo como forma de agregar sabor, sino también de aumentar el aporte energético del plato. El siglo XX fue el punto de inflexión definitivo, el momento que aseguró el auge del bocadillo de calamares en la capital.

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Ángel Esparza
Ángel Esparza
2025-10-04 09:00:48
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Muchos se asombran. Otros simplemente no lo entienden. ¿Cómo en una ciudad como Madrid, interior, a mínimo cuatro horas en coche del mar, puede tener como plato típico el bocadillo de calamares. ¿Qué historia se esconde detrás de esta tradición que sigue sorprendiendo a todo aquel que visita la capital española. El origen de este peculiar plato se remonta a la época de la reforma católica. Según el canon 1251 del Código de Derecho Canónico «todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne». Aunque esta tradición se ha ido perdiendo con el paso de los años, en el siglo XVI contribuyó a que el pescado y el marisco formasen parte de la dieta de la corte madrileña, la única que podía permitirse dichos manjares. Según explica José María Escudero Ramos, el camino que cruzaba la maragatería de este a oeste se llamaba 'calzada real' o 'camino gallego'. En total eran 100 leguas y aproximadamente doce jornadas en llegar a Madrid. Para que llegase bien el pescado se construyeron pozos que rellenaban con nieve durante el invierno y que resistían gran parte del verano. A partir de la gran demanda de estos en las ciudades del interior, en 1793 se pidieron permisos especiales para traer los pescados y mariscos a la capital del imperio, dejando atrás los difíciles desplazamientos con tan precarios transportes. Posteriormente, con la mejora de condiciones y la llegada del ferrocarril, el pescado llegaba más rápido. Con el paso de los años, en el siglo XIX, llegó una gran influencia cultural y gastronómica desde Andalucía y se empezó a popularizar el característico rebozado. Debido al bajo precio del calamar y la ausencia de espinas, se le añadió pan al plato para añadirle sabor y aporte calórico. Pronto los jóvenes convirtieron este bocadillo en el fast food castizo. Fue ya en el siglo XX cuando el bocadillo de calamares se convirtió en un clásico de Madrid. Este excelso bocado de la capital, apreciado por madrileños y turistas, se encuentra ahora en bares por toda la ciudad. Una opción buena, bonita y barata de la gastronomía madrileña con una gran historia.