El arroz integral, en cambio, va mejor con tintos rústicos, suaves y algo terrosos como las Criollas.
Para un risotto de vegetales, elijan un Torrontés o un Verdejo.
Para una paella valenciana, pensemos en blancos intensos.
Las carnes de conejo y pollo van bien con un Chardonnay de alcohol alto (sin miedos si tiene algo de crianza en madera) o, incluso, un rosado de la vieja escuela, de ésos de color cereza.
Para una sopa de arroz puede ser un Sauvignon Blanc, por qué no.
Elijan uno más herbáceo que tropical, y siempre enfocados en que sea de cosecha nueva (nada de blancos viejos por acá).
Para un arroz a banda yo les sugiero seguir por la línea de los blancos, pero volvamos a los potentes.
Un Chenin, algún Rioja blanco que ahora están de moda o un Chardonnay clásico de Luján de Cuyo.
Eso sí: si le ponemos el plus de un alioli, entonces que sean tintos suaves mejor.
Si le agregan canela, anímense a descorchar un tinto de Syrah, sea dulce o seco.
Si se suman hongos, busquen vinos de aromas terrosos como un Pinot Noir.
Piensen siempre en ese sabor que hace la diferencia: si hay algún queso con mohos blancos o azules, una especia que tuerce el perfil del plato.
Enfóquense en ese ingrediente que lo hace diferente y piensen en consecuencia.
Hoy, la góndola muestra gran diversidad de arroces, así que si al arroz lo usan solo como acompañamiento, tengan en mente que las variantes aromáticas como el basmati y el thai (o jazmín) suelen encontrar un mejor acuerdo con blancos y tintos de mayor expresión en nariz (como sería un Torrontés, un Albariño o un Graciano).