De mis años en hispanoamérica, evoco con nostalgia cuánto me gustaba la receta de clericot o clericó, el refrescante vino con frutas que siempre me hacía recordar la sangría, y que ayudaba -y mucho- a sobrellevar las temperaturas del verano.
El nombre de la bebida parece derivar de su elaboración con vino clarete, en la India, durante la época colonial británica.
Su popularización en Argentina, Uruguay y Paraguay, al llegar los británicos a esa zona, castellanizó el nombre a clericó, y dio lugar a las versiones actuales de esta receta.
Aunque hay quien agrega champán, coñac, ron, vodka o licores como el Cointreau, la elaboración más tradicional del clericot hoy se hace con vino tinto, refresco de limón o de naranja y agua mineral, así como una combinación de frutas cortadas en gajos o en daditos, según los gustos.
Preparamos la fruta cortándola a nuestro gusto.
Yo lo he hecho en gajos o rodajas, pero también es común cortar la fruta como si fuera para hacer una macedonia, en pequeños dados.
Lo dejo a vuestro criterio.
Podéis agregar un poco más de zumo de naranja o de limón por encima de esta fruta para evitar que se oxide.
Agregamos unos cubos de hielo y el agua mineral con gas y, seguidamente, la mitad del vino tinto.
Continuamos añadiendo el refresco de limón o de naranja y terminamos con el resto del vino hasta rellenar la jarra.
Con qué acompañar el clericot o clericó
Como ya recordamos cuando hicimos la receta de sangría blanca, estas bebidas dulces y fresquitas, entran muy bien pero hay que recordar que contienen alcohol.
Para no llevarnos alguna desagradable sorpresa, conviene ser moderados con el consumo del clericot y os lo toméis acompañando algún picoteo a base de frutos secos, quesos o aceitunas.