Este pan está hecho con una harina de la sierra de Madrid.
En concreto de Cercedilla, el pueblo de Paquito Fernández Ochoa y familia.
Me acuerdo de pequeñajo oír a la gente que en Navacerrada se podía esquiar hasta el mes de mayo, entonces no había ni remontes.
Nosotros -que éramos peñalaros....un club muy rancio: Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara- hemos subido a la Bola del Mundo en el mes de febrero en mangas de camisa.
Este pan lo hice el sábado con masa madre y levadura seca.
Preparé una masa madre con parte de la mía y esta harina; la tuve un día entero madurando a temperatura de la cocina: unos 20ºC por el día y unos 15ºC por la noche.
El pan lo hice con 400 gr. de harina serrana, unos 200 gr. de masa madre madura, un punta de levadura seca y una cucharada de sal.
Le añadí agua templada para obtener una masa pegajosilla pero no muy líquida y que amasé muy poco....lo justo para mezclar todos los ingredientes.
Reposó una noche en la nevera.
Calenté el horno al máximo y lo mantuve encendido cuarenta y cinco minutos.
Estiré el acordeón y le metí debajo una bandeja de hornear metálica.
No se pegaron nada al papel -la sémola es maravillosa para estas cosas- les hice las escaras y fueron derechitas al horno, con mucho vapor, veinte minutos a 250ºC y cinco con él apagado.
Salió lo que se ve en las fotos.
Cuando veo -con mucho respeto por supuesto- los panes que fabrican otras compañeras y compañeros de afición siempre pienso que no son mis panes ideales.
Con este pan y esta harina he quedado muy contento.
Ha salido todo bien menos las fotos.
Omito, por obvios, los cometarios sobre sabor, aroma, calidad de la corteza y etc.
Y excuso decir como estaba el bocata de pa amb tomàquet que me comí con el chusco que se ve en esta última foto.