Esta expresión se utiliza para referirse a alguien que ha fallecido y está enterrado.
Es una forma de decir que la persona está muerta, pero de manera indirecta.
En lugar de nombrar la muerte directamente, se recurre a una imagen que relaciona al difunto con las plantas que crecen sobre su tumba.
Históricamente, la malva es una planta que crece de manera espontánea en terrenos baldíos, campos y, especialmente, en cementerios.
Estos lugares suelen tener un suelo rico en nutrientes, lo cual favorece el crecimiento de las malvas.
Algunas fuentes señalan que, antiguamente, decir que alguien estaba «criando malvas» era una manera literal de describir el hecho de que estaba enterrado, y que su cuerpo nutría las plantas que crecían en el cementerio.
La frase tenía un sentido más descriptivo que metafórico.
Existe la creencia de que el uso de esta expresión ha cambiado con el tiempo.
Originalmente, algunos dicen que se refería a personas que estaban enfermas y postradas en cama durante mucho tiempo, quizás sin esperanza de recuperación, pero no fallecidas.
Sin embargo, el uso actual ha prevalecido en el sentido de estar muerto y enterrado.
La malva no es cualquier planta, además de crecer de manera espontánea en cementerios, tiene propiedades medicinales y comestibles, lo que añade un matiz curioso a la expresión.
Esta simboliza la conexión entre la vida, la muerte y la naturaleza.
Además, como ocurre con muchas expresiones, su origen y trasfondo cultural le dan un valor añadido que la hace perdurar en la lengua.
«Estar criando malvas» es una expresión que no solo refleja el ingenio de nuestro lenguaje, sino también una visión de la muerte más cercana a la naturaleza.
Nos recuerda que, incluso después de la muerte, podemos seguir nutriendo la vida que nos rodea.
En este sentido, la frase conecta a la persona fallecida con la regeneración y el ciclo natural, convirtiendo un concepto sombrío en algo casi poético.